SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

1ªLct.:Génesis 22,1-2.9ª.15-18:Sacrificio de nuestro patriarca Abraham

Salmo 115,10.15.16-17.18-19:Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.

2ªLct.:Rm.8,31-34:Dios no perdonó a su propio Hijo.

Evangelio Mc.9,1-9:Este es mi Hijo amado

 

Vamos acompañando a Jesús en este camino cuaresmal, dispuestos a recibir e interiorizar todas las insinuaciones que nos ofrece la Palabra de Dios.

El domingo pasado, contemplábamos a Jesús, impulsado por el Espíritu, en el desierto sufriendo las tentaciones del Maligno, Satanás, y a la sibilina y retorcida tentación de convertir las piedras en pan. Jesús responderá que “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

El camino humano, el camino cristiano está surcado de momentos felices y también de contrariedades,  tentaciones, decepciones. De ahí la sabia pedagogía de Dios y de Jesús co0n nosotros para defendernos y ayudarnos a crecer la fe y esperanza.

El evangelio que anuncia el evangelio, la buena noticia del Reino de Dios, liberando, curando, sanando tiene un ingrediente fundamental y redentor: dar la vida por todos los hombres. Sus amigos, los apóstoles, a penas entienden el lenguaje de Jesús pues “por el camino iban discutiendo quién sería el primero en el reino”.

Así que Jesús con Pedro, Santiago y Juan sale hacia el Monte Tabor y como hemos escuchado en el fragmento del evangelio: se transfigura, se manifiesta lleno de luz y esplendor y aparecen Moisés y Elías.. ¡Qué espectáculo reparador, asombroso, plenificante¡

Pedro inmediatamente planifica, programa un proyecto: ”hagamos tres tiendas”. De aquí no nos movemos. ¡Qué bien se está aquí ¡Esta es la gloria¡

Pero Jesús les devuelve a la vida ordinaria y les advierte que no se lo digan a nadie hasta que resucite de entre los muertos. Ellos se quedaron sin saber a qué se refería “resucitar de entre los muertos”.

Ahora de nuevo volvemos a mirar a Jesús y al Padre y al Espíritu. Una voz salió de la nube: Este es mi Hijo amado, escuchadlo ¡Recordáis cuando Jesús recibió el bautismo en el Jordán…¡También la voz del Padre: Este es mi hijo amado, escuchadle¡

El Padre se siente complacido al mostrar a su Hijo transfigurado, lleno de luz e impulsa a sus íntimos a creer en Él que ha de atravesar la barrera del sufrimiento y de la muerte, que ha de padecer y ser in justamente colgado de un madero.

La tragedia que se vecina  para el Hijo, el Padre y el Espíritu y para los apóstoles y discípulos ,es preparada e iluminada desde este esplendor de la Transfiguración.

El Padre va a ser testigo de la Pasión sufrida y doliente de su Hijo. Un anticipo de esa suerte es el fragmento del Génesis que ha sido proclamado

 Abraham que sintió el impulso a sacrificar a su propio hijo recibido en su ancianidad, percibió también la orden de no hacerlo y esto también agradó al Señor.Uno de los comentarios más bellos sobre este pasaje lo ha escrito Sören Kierkegaard en un pequeño libro Temor y temblor. Cuando Isaac, el hijo amado pregunta al padre: ”He aquí el fuego y la leña pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? y Abraham responde de una forma lapidaria: Hijo mío, Dios mismo proveerá el cordero para el holocausto”. Kierkegaard pone en la mente de Abrahán una oración secreta:”Señor del cielo, es preferible que mi hijo crea que soy un monstruo antes que pierda la fe en ti”.Abraham comprendió que si le dijese a Isaac que Dios quiere que le sacrifique el muchacho no podría ya creer en Dios. Por eso prefiere que su hijo piense que es un monstruo antes de que pierda la fe en el Altísimo .Abraham ama a Dios de tal manera que no sólo está dispuesto a sacrificarle al amado de su corazón sino que se halla dispuesto también a que su hijo juzgue a su padre un monstruo antes que  ese mismo hijo pierda la fe.Nuestra lectura creyente desde la novedad de Jesucristo nos lleva a interpretar este episodio de Abraham:  Dios Padre  amó tanto al mundo que le entregó a su propio Hijo para que  tenga vida eterna. En un arrebato apostólico de Pablo así lo expresa:”El que no perdonó a su propio Hijo ¿cómo no nos dará todo con él?”

Dice S. Bernardo que un padre nunca puede querer el sufrimiento de su propio hijo.  Dios no se complació en el sufrimiento de su Hijo sino en que su Hijo obedeció, continuó confiando  en el Padre muriendo por amor, por la salvación del mundo.

Los artistas han captado el que Dios Padre sufrió con su Hijo. Han pintado o esculpido la Trinidad así: El Padre abrazando la cruz de Jesús y el Espíritu en medio del Padre y de Jesús crucificado

Con el salmo hemos orado: Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Te ofreceré un sacrificio de alabanza invocando tu nombre

Concluimos :Tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; así con mirada limpia contemplaremos gozosos la gloria de tu rostro. S. Agustín decía que “la obra mayor de nuestra vida consiste en limpiar los ojos del corazón para ver a Dios”.»Gracias, Señor, porque “en este sacramento nos das el cuerpo glorioso de tu Hijo y nos haces ya partícipes en este mundo de los bienes eternos de tu reino”

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