SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 

1ªLct.:Apoc.7,2-4.9-14Unas muchedumbre inmensa que nadie podría contar

Sal.23,1-2,3-4ab.5-6:Estos son los que buscan a al Señor

2ªLct.:Jn.3,1-3:Veremos a Dios tal cual es.

Evangelio: Mt.5,1-12ª: Estad alegres y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

 

  VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE

 

El apóstol S.Juan, en el libro del Apocalipsis(=revelación) nos invita a transcender nuestra realidad cotidiana a veces prosaica y rutinaria, a veces dolorosa  introduciéndonos en la visión de un mundo maravilloso como es la Ciudad de Dios, la ciudad celeste. Una ciudad reconciliada, plena de paz, donde una multitud que “ha venido de la gran tribulación”,»han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del cordero»,que han vivido el misterio de Jesús crucificado y glorioso ahora no hacen más que alabar, bendecir la gloria de Dios:»Amén.La bendición,la gloria,la sabiduría y la acción de gracia y el honor,y el poder,yla fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos.Amén». Pues en el decir de S.Agustín, el hombre encuentra gozo en la alabanza de Dios ya que “nos hiciste, Señor para ti y neutro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”(Cof.1,1)

Hoy al celebrar la Solemnidad de Todos los Santos, los bienaventurados en la presencia del Señor, al gozarnos por “los mejores hijos de la Iglesia” se actualiza para nosotros una palabra que nos llena de esperanza y regocijo, una palabra reveladora de nuestro futuro: ”somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Cuando se manifieste seremos semejantes a Él porque lo veremos tal cual es”(1ªJn.3,1-3).San Agustín se expresa pletórico de gozo y acierto al decirnos: ”pues si ahora en esperanza sentimos un gozo profundo ¡qué será cuando lo poseamos¡

Esta es la riqueza inmensa de nuestra fe en Jesucristo: somos hijos de Dios llamados  participar un día de la plenitud del amor.

Cada día de nuestra vida hemos de recordar, traer a la memoria el encuentro definitivo con Dios, el ámbito donde tantos hermanos nuestros participan ya de la gloria de Dios. En Jesús muerto y resucitado, el reino de Dios se ve realizado en su persona y en tantos jóvenes, adultos, matrimonios, hombres, mujeres…pobres de espíritu, misericordiosos, sufridos, justos perseguidos que han buscado el Reino de Dios y sus justicia y ahora es suyo el reino de los cielos.

Todas las bienaventuranzas reflejan el rostro de Jesús, entregado a Dios y a los demás.

Sta Teresa del Niño Jesús se alegraba porque veía la Iglesia como un jardín de variadas flores: doctores, confesores, mártires, vírgenes, casados pero ella no se sentía reflejada. Más un día al leer el capítulo 13 de la 1ª carta a los Corintios encontró la luz: ahora en el corazón de la iglesia seré amor. Todos tenemos un lugar en la comunidad de la iglesia y recordarnos:”si me falta el amor no soy nada.”

Una simpática historia narrada por un escritor alemán moderno nos ayuda a tener un sentido de la vida eterna más que todos los intentos de explicación racional. En un monasterio medieval vivían dos monjes unidos entre sí por una profunda amistad espiritual. Uno se llamaba Rufus y el otro Rufinus. En todo su tiempo libre no hacían otra cosa que tratar de imaginar y describir cómo sería la vida eterna en la Jerusalén celestial. Rufus, que era capataz, se la imaginaba como una ciudad con puertas de oro, constelada de piedras preciosas; Rufinus que era organista, como toda resonando melodías  celestes.
Al final hicieron un pacto: el que de ellos muriera primero volvería la noche siguiente, para garantizar al amigo que las cosas eran precisamente como las habían imaginado. Habría bastado una palabra. Si era como habían pensado, diría simplemente: taliter!, es decir, precisamente así; si —pero la cosa era totalmente imposible— fuera otra cosa, diría: aliter, distinto!
Una tarde, mientras estaba al órgano, el corazón de Rufino se paró. El amigo veló tembloroso toda la noche, pero nada; esperó con vigilias y ayunos durante semanas y meses, y nada. Finalmente, en el aniversario de la muerte, de noche, en un halo de luz, el amigo entra en su celda. Viendo que calla, es él quien le pregunta, seguro de la respuesta afirmativa: taliter? Es así ¿verdad? Pero el amigo sacude la cabeza en signo negativo. Desesperado, grita: aliter? ¿Es diferente? De nuevo un signo negativo con la cabeza. Y finalmente de los labios cerrados del amigo salen, como en un soplo, dos palabras: Totaliter aliter: ¡Totalmente distinto! ¡Es algo muy diverso! Rufus entiende volando que el cielo es infinitamente más de lo que habían imaginado, que no se puede describir, y poco después muere también él, por el deseo de alcanzarlo .
El hecho, naturalmente, es una leyenda, pero su contenido es al menos bíblico. «El ojo no vio ni oído oyó, ni nunca entró en el corazón de hombre lo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman» (cf. 1 Cor 2,9). 

«Concédenos, Señor, por esta multitud de intercesores la deseada abundancia de tu misericordia y perdón». «Que sintamos interceder por nuestra salvación a todos aquellos que ya gozan de la gloria de la inmortalidad». «Imploramos tu misericordia ,que realicemos nuestra santidad por la participación en la plenitud de tu amor y pasemos de esta mesa de tu iglesia peregrina al banquete del Reino de los cielos».

 

 

 

 

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