SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

               SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

 

1ªLct.: Hch.5,12-16: Crecía el número de los creyentes.

Sal.117,2-4.22-24.24.25-27ª.:Dad gracias al Señor porque es bueno

Apocalipsis 1,9-11ª.12-13.17-19:Estaba muerto y ya ves vivo por los siglos de los siglos.

Evangelio: Juan 20,19-31: A los ocho días se les apareció Jesús.

 

 

  TOMÁS,NO SEAS INCRÉDULO SINO CREYENTE

 

Los discípulos de Jesús van renaciendo lentamente a una nueva vivencia que les regala el resucitado. Había sido tanto el sufrimiento y el desconcierto por la muerte ignominiosa del maestro…Ahora van confesando como comunidad de creyentes, como iglesia que han visto al Señor resucitado o mejor que Jesús resucitado se ha dejado ver y por eso confiesan que Jesús vive y es el Señor.

Las mujeres, Juan, Pedro, los de Emaús y otros muchos testifican que han visto al Señor refiriéndonos también que no lo han reconocido inmediatamente porque Jesús resucitado, lleno de gloria trasciende nuestra pálida, limitada y frágil realidad y nuestros ojos no están habituados para captar  tamaño  misterio.

Ahora ellos mismos ,los apóstoles, sus presencias, son como la prolongación de la sombra de Jesús y asisten asombrados, a los signos y prodigios que a su paso se producen.Y “la gente se hacía lenguas de ellos y crecían el número de los creyentes hombres y mujeres que se adherían al Señor.” Es el encanto sanador del Espíritu Santo que continúa la inauguración por Jesús del reino de Dios con los signos que indican su presencia hasta que vuelva de nuevo el Señor.

“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho. Ha sido un milagro patente”. De tanto dolor por amor del Ungido brotó la vida abundante y feliz: «Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo¡

Y así se expresa el discípulo amado a quien se atribuye el libro del Apocalipsis la nueva dimensión en que vive Jesús glorificado. ”Vi una figura humana, vestida de larga túnica con un cinturón de oro a la altura del pecho que me dijo: No temas: Yo soy el primero y el último yo soy el que vive. Estaba muerto y ya vives vivo por los siglos de los siglos”

Pero  aquellos discípulos se sintieron  tentados como a nosotros por la incredulidad.          Tomás ante la noticia de sus amigos: Hemos visto al Señor, inmediatamente  apostilla:  si no lo veo no lo creo, si no lo toco con mis manos…no lo creo. Pero si ya la realidad de cada día que nos entra por los sentidos es tan compleja para comprenderla ¡qué será la realidad divina¡

La fe, el creer, el conocer, el amor supera a nuestro conocimiento humano y limitado y al mismo tiempo es amplia, grande nuestra capacidad de conocer y amar. El encuentro con Jesús resucitado, el mismo que habían crucificado ,sobrepasa nuestra visión y El con su delicada pedagogía muestra a Tomás las llagas gloriosas de sus manos y costado como signo o puente entre su cuerpo de dolor y su cuerpo glorioso. Nos ha dicho el evangelista que “entró estando las puertas cerradas”. Y ha apostillado con el saludo:¡Paz a vosotros, recibid el Espíritu Santo¡ pues el espíritu humano no puede captar las cosas de Dios ya ha de ser dilatado para acoger la feliz novedad de Jesús vivo.Él abre las puertas de nuestra alma encogida.

Ellos se llenaron de alegría. Al incrédulo Tomás no lo avasalla pero si le reprocha y le anima a ascender y a decidirse: “No seas incrédulo sino creyente”. Y la confiada y amistosa respuesta, toda una confesión de fe: ¡Señor mío, Dios mío¡

Pues esta vivencia singular y excepcional de los primeros testigos, los apóstoles es también para nosotros una gracia pues damos crédito a lo que ellos nos dicen: hemos visto al Señor. Nos encontramos con el resucitado en los sacramentos, signos visibles de la gracia invisible o encuentro con Jesucristo, en la Palabra que se proclama, en la comunidad reunida en torno a los pastores, en la caridad. Jesús. se deja ver en la fe, en la visión del amor no calculado o medido.

Señor, que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del Espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido

Que la fuerza del sacramento pascual que hemos recibido persevere siempre en nosotros Que renovados por la fe y el bautismo  consigamos la eterna bienaventuranza

 

 

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