UN PROYECTO COMÚN

UN PROYECTO DE VIDA EN COMÚN

En la familia es donde los seres humanos captan y aprenden a vivir gran parte de los valores que marcarán su forma de ser.
Es muy importante pensar qué modelo de familia queremos para nosotros y, que seamos concientes de que la educación de nuestros hijos ya está en marcha, en tanto que sus valores serán los que nosotros les propongamos vivir desde un principio.
Proyecto de vida en común es ver si existen valores compartidos que puedan configurar una forma de vida compartida.
Objetivos de nuestro proyecto: Los valores por los que merece la pena luchar en nuestra vida.
El proyecto de vida hay que revisarlo a lo largo de la vida en muchas ocasiones.
Valores tradicionales de la familia

La familia en sí misma: dentro de ella las relaciones son de amor.
Obediencia y respeto a los padres: “patria potestad”.
Amor y respeto al anciano: un lugar privilegiado para los abuelos.
Trasmisión del sentido trascendente de la vida: en ella se tenían las primeras experiencias religiosas.
Acogida, hospitalidad, fraternidad.
Valores que debemos potenciar

La coherencia: coherentes con nuestra forma de ser, obrar y actuar.
La libertad: libre es el que obedece a la voz de su conciencia y no a la voz del otro.
El discernimiento (o sentido crítico): atentos a no ser manipulados.
La paz: paz en nosotros mismos, en el seno de nuestra familia … aceptación.
Respeto y comprensión: ser tolerantes, desterrando actitudes de rechazo.
Esperanza: destierro del pesimismo y la desesperanza o Dios fuente de toda esperanza.
Fe en Dios: acogerle en nuestra vida y dejarnos querer por El.

UN PROYECTO DE VIDA EN COMÚN

Introducción

Estáis aquí porque vais a formar una familia más o menos pronto. Familia que, por mucho que se empeñen los que buscan sustitutivos actualmente, es el resultado de un componente natural y biológico formado por padre, madre e hijos, al que se añaden unos componentes culturales que según las épocas van configurando la manera de ser de la misma.
La sociedad está compuesta de familias. Todos hemos nacido en una y, por más o menos tiempo, hemos vivido en su ambiente para pasar luego a formar una nueva. Por eso se considera la célula básica de la sociedad porque es en ella donde los seres humanos captan y aprenden a vivir gran parte de los valores que marcarán su forma de ser. Por supuesto que estamos en un momento muy especial en el que la imposición de una información exterior desaforada parece decidir la manera de ser una gran parte de las familias. De ahí la importancia que tiene el que la familia esté atenta para captar esos condicionantes externos, aceptándolos o rechazándolos, formando así la personalidad de sus miembros. Por ejemplo, decimos que la sociedad es consumista porque son pocas las familias que no se enganchan al carro y a las modas impuestas por el consumo.
Ahora que estáis preparando vuestro matrimonio lo importante son dos cosas: una que penséis qué proyecto de familia queréis y otra, que seáis conscientes de que la educación de vuestros hijos está ya en marcha y de que los valores que vosotros vais a proponeros intentar vivir van a ser sus valores. De vosotros depende, ya, el que vuestra familia sea como marcan los medios de comunicación y el ambiente general o que tenga vuestro propio estilo.

Valores tradicionales de la familia

Con ocasión del Año Internacional de la Familia en 1994, la ONU promovió a través de la UNESCO una reflexión entre organizaciones no gubernamentales de todo el mundo. Se trataba de tomar el pulso a la familia en el mundo de hoy y “predecir” su futuro. A pesar de las diferencias culturales y religiosas de los distintos continentes y civilizaciones, se coincidía en unos valores que a lo largo de la historia prevalecen en la familia:

LA FAMILIA EN SÍ MISMA era el primer valor. Las relaciones dentro de la familia eran relaciones de amor. Se nos quiere por uno mismo, tal cual somos, y en caso de necesidad, la familia se mueve al unísono para ayudar.
OBENCIA Y RESPETO A LOS PADRES que ejercen la autoridad en el hogar. Eran quienes tomaban las decisiones y tenías la “Patria Potestad”.
EL AMOR Y EL RESPETO AL ANCIANO. Los abuelos han tenido tradicionalmente un lugar privilegiado. Su presencia ha marcado, en general, positivamente, el crecimiento de los niños y ha sido el soporte para los padres. Podríamos decir que en algunas culturas se les ha venerado.
LA TRASMISIÓN DEL SENTIDO TRASCENDENTE DE LA VIDA. Era en el seno de la familia donde se tenías las primeras experiencias religiosas. La oración en familia era tradicional en muchas familias cristianas.
LA FAMILIA ERA LUGAR DE ACOGIDA, DE HOSPITALIDAD Y DE FRATERNIDAD. En la sociedad cristiana dominaban también los valores trascendentes: la verdad, la honestidad, el respeto a todo ser humano, la solidaridad, la sencillez, la alegría, la fecundidad, etc.. También es verdad que no todas las familias vivían estos valores al cien por cien pero era, más o menos, lo que teóricamente definía a una familia cristiana.

Nuevos valores que debemos potenciar

Vivimos en una sociedad de cambios constantes y tiempos inciertos. Los valores tradicionales deberían seguir vigentes pero, la irrupción del consumismo y sus leyes del mercado, la evolución de la ciencia, la técnica, el cambio de costumbres, ideologías, etc. han influido en la sociedad y también en la familia. Los modelos familiares de vuestros abuelos y padres son de difícil reproducción, por admirables que fueran. Por eso es preciso que vuestra familia encuentre, sin menospreciar los valores tradicionales mencionados, unos valores nuevos, más acordes a los tiempos que os tocan vivir, y que intentéis vivirlos para trasmitirlos a vuestros hijos, si queréis que el día de mañana sean unos hombres y mujeres felices. Ahora bien, de nada servirá hablarles de valores si no os ven a vosotros vivirlos. No olvidéis nunca que los hijos aprenden no por lo que oyen, sino por lo ven.
Ya sabemos que no es fácil, porque la sociedad está ahí y no podemos suprimirla de un plumazo. Tampoco hay recetas mágicas que nos quiten el problema. A nuestro alrededor se detectan manifestaciones y se proclaman “SEUDOVALORES” que distorsionan nuestra forma de ser y muchas veces dificultan a los padres su labor educativa. Hay que tomar conciencia de ello y actuar con valentía y coherencia. Teniendo siempre presente que lo transmitimos con nuestra propia vida tiene más eco, ya que predicamos con el ejemplo.
Os vamos a decir algunos valores de los cuales nuestra sociedad está más necesitada que nunca:
LA COHERENCIA
Debemos ser coherentes con nuestra forma de ser, obrar y actuar. Os vais a casar por la Iglesia y supongo que el día que tengáis hijos los llevaréis a bautizar. Al bautizarlos os comprometéis a educarlos en la fe cristiana, pero no es labor de los colegios (ahora aún será más difícil) ni de los curas ni de las monjas. Os incumbe a los padres iniciarlos en su despertar cristiano hablándoles de Dios, enseñándoles a rezar, yendo a Misa, etc..
LA LIBERTAD
¿Creéis realmente que somos libres? Si nos paramos a meditar un poco con seriedad y sinceridad veremos que nos condicionan muchísimo los medios de comunicación, el ambiente, los amigos, etc.. Todos hablamos de que vivimos en una sociedad de consumo, pero no nos queremos privar de nada o de que se ha sacado del tiesto las bodas, bautizos, comuniones, etc. pero cuando nos toca no queremos quedarnos atrás. Sin embargo, LIBRE ES EL QUE OBEDECE A LA VOZ DE SU CONCIENCIA Y NO A LA VOZ DEL OTRO.
EL DISCERNIMIENTO (O SENTIDO CRÍTICO)
Para ayudar a nuestros hijos a tener sentido crítico hace falta que nosotros seamos los primeros que sepamos discernir. Nos bombardean sin cesar y sin darnos cuenta nos van “edulcorando” lo que manifiestamente es malo (aborto, eutanasia) haciéndonos ver que en determinados casos es hasta “bueno”.
Enseñad a vuestros hijos desde pequeños a discernir. La sociedad consumista necesita esclavos que digan “sí” a cuanto se les ofrece. Enseñadles, sobre todo, a no aceptar el criterio universalmente asumido por nuestras generaciones jóvenes de “todos lo hacen”, “todos lo tienen”, “a todos les dejan”. Habituemos a nuestros hijos a preguntarse el por qué de los que se les antoja o de lo que se les propone.
LA PAZ
Vivimos en un mundo violento. Basta con ver los telediarios o leer el periódico. La inmensa mayoría estamos en contra de la guerra, hacemos manifestaciones pacifistas, pero sin embargo no somos capaces de vivir “en paz” en el seno de nuestra familia, pues cada vez hay más divorcios , más violencia de “género” – como se llama ahora -. Aquí algo falla. Hay una frase que dice: “La paz está en lo alto; la paz está dentro de ti”. No podemos cambiar la historia, pero sí podemos hacer que nuestra familia haya paz; que nuestros hijos crezcan en un hogar ausente de peleas, discusiones, enfrentamientos, y eso se consigue estando en paz contigo mismo (aceptación de ti); de la familia, de ese hijo, de esa nuera, etc..
RESPETO Y COMPRENSIÓN
Vivimos en una sociedad multicultural, en contacto con culturas a veces muy diferentes de la nuestra. Aprender a ser tolerantes, aguantarse porque no queda otro remedio, es muy poco. Hay que ir más allá en el respeto, comprender a todos, sin distinción de razas, colores de piel, religión… procurando borrar de nuestro lenguaje y conducta todo lo que pueda indicar menosprecio, desterrar actitudes de rechazo, sin embargo es preciso que tengamos muy claras nuestras señas de identidad.
ESPERANZA
Esta virtud quizá ha sido siempre necesaria, peor hoy es imprescindible. La lluvia de mensajes negativos, de actitudes de pesimismo y desesperanza que reciben los niños a través, sobre todo, de los medios de comunicación y por esa especie de morbo colectivo que nos hace buscar lo que significa escándalo, no lo han recibido los niños de otras generaciones, pues no tenían televisión. Incluso los mayores cuántas veces sin darnos cuenta les trasmitimos mensajes negativos con expresiones como: “qué asco de vida”, “hay que ver qué mal está el mundo”…
Alguien podrá preguntar de dónde sacar la ilusión, esa esperanza. Cada cuál sabrá dónde la encuentra. Lo que está claro es que la vida no puede crecer sin alegría, como el pez no puede vivir sin agua. El mismo amor conyugal es una fuente permanente de ilusión y esperanza. Si se es creyente es aún más fácil, porque en Dios está la fuente de toda esperanza.
LA FE EN DIOS
No solo se han perdido los valores religiosos, sino que la sociedad se empeña en erradicar todo aquello que nos recuerde nuestras raíces cristianas. Asistimos a tantas campañas de descrédito de los valores morales y religiosos que ya es fácil acostumbrarse a pasar de ellos y, a veces, es como si tuviéramos vergüenza de manifestar ese sentido de la trascendencia que el hombre lleva adentro. Hay una frase poco feliz que dice que le estamos quitando a la sociedad el alma y nos está resultando una sociedad de desalmados. No hay que mirar ni el telediario ni el periódico. Y es que vivimos aturdidos dejando que piensen por nosotros y nos manejen.
Sin embargo, el hombre aún inconscientemente tiende a Dios, por eso buscan tantos jóvenes las sectas, o el Reiki, etc.. Hemos sido creados por Dios y tendemos a El. San Agustín dice: “Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestra alma anda inquieta hasta que descanse en Ti”.
Tener fe en Dios quiere decir que le acoges en tu vida, que no le cierras la puerta y os dejáis querer por El, porque Dios no es un ser abstracto y lejano, sino alguien Real y muy cercano que nos ama inmensamente y que a través de nuestro sacramento del matrimonio se compromete con nosotros para ayudarnos con su gracia a superar las dificultades y a vivir con entusiasmo nuestra vida de familia. Yo os aseguro que si tenéis fe en El vuestra vida, vuestro matrimonio será feliz, a pesar de las dificultades o los contratiempos que puedan surgir.

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