DECIMONOVENO DOMINGO ORDINARIO

                                     DECIMONOVENO DOMINGO ORDINARIO.

1ªLct.:1º Re.19,9ª.11-13ª:Aguarda al Señor en el monte.

Sal.84,9ab-10.11-12.13-14:Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

2ªLct.:Rm.9,1-5:Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos.

Evangelio: Mt.14,22-33:Mándame ir hacia ti andando sobre el agua.

 

Todos los que ahora estamos aquí reunidos hemos decidido que en nuestra vida Dios sea nuestro Señor, el sentido, la fuerza y la orientación de nuestro vivir.

Pero nuestra vida nos es un recorrido rectilíneo, trazado y vivido con rectitud de ahí que en determinadas ocasiones nos podamos sentir desconcertados, indecisos, ásperos, secos, tentados, desilusionados. En alguna ocasión hasta podemos exclamar pero…¿dónde está Dios?

Al profeta Elías ,conforme nos ha referido el fragmento del 1er libro de los reyes, lo sorprendemos en una situación lastimosa. Ha denunciado, ridiculizando, a los falsos profetas que adoran a Baal, ha recriminado a la reina Jezabel y ahora se siente perseguido. Ha tenido que huir y refugiarse en el monte de Dios, Horeb. Cansado, recibe la visita de Dios por medio de un susurro:”al oírlo, se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta”.  

El relato evangélico de S.Mateo nos narra también la zozobra y angustia que vivieron los discípulos en el mar con la barca a la deriva ”sacudida por las olas”.Y Jesús que “después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar “, se acercó a sus discípulos asustados y le dijo:”Ánimo, soy yo ,no tengáis miedo”

Tan apegados estamos a la tierra, a los asuntos de cada día, tan dominados por ellos, que cualquier acontecimiento desdichado o no previsto, nos asusta  y desorienta. Hemos perdido la capacidad de escuchar  e interpretar los acontecimientos desde la mirada lúcida de la fe.

Desde luego que Pedro el apóstol, el líder de los discípulos de Jesús que habría de morir por el Maestro es el prototipo de aquello que a veces nos sucede ante la adversidad.”Comenzó a hundirse y gritó:”Señor, sálvame”.

“¡Qué poca fe¡¿Por qué has dudado?” es el reproche de Jesús a Pedro. En cuanto Jesús estuvo con ellos, amainó el viento, se sintieron seguros y lo reconocieron:”Realmente eres Hijo de Dios”

Circula un hermoso canto de un cantautor cristiano uruguayo ,Luis Alfredo Díaz.:”Una tarde en la playa” que hace alusión a una hermosa leyenda en la que S.Agustín paseando por la playa sorprende a un niño llenando con agua un hoyo en la arena y S.Agustín le dice que es imposible llenar aquel hoyito con el agua de todo el mar. A lo que contesta el niño que más imposible es para Agustín comprender el misterio de la Sma Trinidad sobre el que está meditando. Pues bien imagina Luis Alfredo que un hombre está buscando a Dios y no lo encuentra y pregunta a mucha gente que le contesta: “está aquí, esta allá”  , pero él no  lo ve”. Se va a pasear y  a pensar a la playa,junto al mar

 entonces tristemente

a la playa regresé.

vi a un niño jugar

en la arena y me acerqué

 “Oh¡ oh¡ ¿dónde dónde esta Dios?

sé que todo lo ha hecho Él

pero ¿dónde dónde esta Dios?,

 no lo se(bis)

 El niño sonriendo

me dijo: yo lo encontré,

vive dentro de mi

desde que en el creí.

y allí mismo en la arena

un largo rato lloré

destruyendo  mi yo

hasta que nació él

 ///Oh,Oh Dios vive dentro de mi

Sé que ´El vive dentro de mi

desde que como el niño aquel  en el creí ///

 

”Oh,Oh, Dios vive dentro de mi, sé que Él vive dentro de mi desde que como el niño aquel en Él creí”.

Somos peregrinos en la fe. El Señor nos acompaña y está dispuesto a dilatar nuestra visión , a ayudarnos a crecer en ella. Por eso con tanto amor nos reprocha:¡Qué poca fe¡¿Por qué has dudado? De ahí que Él nos inste a estar a solas con Dios, a orar, a retirarnos a nuestro interior, a escuchar y a aprender a estar en silencio. Hoy, 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración de Jesús es una indicación preciosa para dejarnos invadir por la luz de la Resurrección del Señor, un recuerdo sublime de nuestro ser contemplativos en la acción o descubrir la presencia de Dios en nuestro vivir cotidiano.

Hay muchos cristianos: sacerdotes o seglares que han redescubierto el gusto por la oración silenciosa, por la contemplación. Ella es como un impulso maduro para la acción fecunda, jugo sabroso para la vida que ensancha y dilata el corazón para amar al prójimo.

“Señor, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial” y “la comunión en los sacramentos afiance la luz de tu verdad

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