El Nuevo Testamento está impregnado de la palabra “amor”. En ella se define a Dios y muestra como se debe comportar el hombre con su prójimo. Por lo tanto, en este domingo la idea principal y lo que nos va a llevar la reflexión es nuestra relación con Dios y el prójimo. Partimos como nos dice Jesús que en Dios y en el prójimo se fundamenta la ley y los profetas cuando se profesa el amor. Comencemos con la palabra amor. En ella como cristianos tenemos la mejor descripción del que lo procesa como nos lo describe San Pablo:
“El amor es comprensivo y servicial; el amor nada sabe de envidias, de jactancias, ni de orgullos. No es grosero, no es egoísta, no pierde los estribos, no es rencoroso. Lejos de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor nunca muere”. 1 CORINTIOS 13:4
Vivir en el amor es entrar en el camino de Dios. Como nos dice la Primera carta de San Juan:
"Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor." I Juan, 4,8
Entremos en nuestra vida, interioricemos y hallemos como tenemos la llama encendida de nuestro corazón. Para ello comencemos analizando cual es nuestra relación con Dios: ¿Cuánto tiempo dedico a la oración personal? La oración comunitaria, ¿asisto a las celebraciones dominicales? En el trasfondo de estas preguntas esta la idea ya muy trabajada en la biblia: La fidelidad a Dios o el olvido de Él. Cuando le somos fieles podemos tomar las palabras de la segunda lectura. En ellas están impregnadas el ejemplo para los otros hermanos, la fidelidad al Dios vivo y la esperanza a la vuelta del Hijo de Dios.
Pero el prójimo se convierte en la mejor manera de practicar el amor. Y la primera lectura nos recuerda cual debe ser el trato: No oprimirás, no vejaras, no explotaras, no serás un usurero, serás justo... y es que el trato que hagamos con el hermano será escuchado por Dios. Un Dios compasivo, misericordioso y que su definición es amor. De ahí que si somos verdaderos cristianos debemos vivir el amor con el prójimo desde el amor que profesamos a Dios.
En conclusión, amemos a Dios y al prójimo. Seamos luz para los que la necesitan y llevemos la esperanza de Dios que premiará aquellos que viven según su voluntad y se compadecerá de aquellos que se arrepienten con un corazón sincero.